domingo, 2 de septiembre de 2012

REQUIEM POR UNA OPERA


Os adjuntamos un artículo de Inés Ruiz publicado en la web de forumclasico, donde podemos comprobar que, por desgracia, "en todos los sitios cuecen habas". Desgraciadamente, la cultura siempre es la primera víctima.

Os pego el enlace:
http://www.forumclasico.es/BLOGSFOROS/Blogsconnombrepropio/tabid/65/ID/1334/Requiem_por_una_opera.aspx

Esta semana el Senado de la región de Mazowieckie ha decidido bajar drásticamente la financiación de la Ópera de Cámara de Varsovia. Las cifras son tan desproporcionadas que da vergüenza ajena nombrarlas. El teatro amenaza con cerrar por falta de presupuesto. No se hará el 90% de la programación del delicioso Festival Mozart con el que nos obsequiaba todos los principios de verano.
Justo este año la ópera contaba con su 50 aniversario. Parece una broma macabra. Una vida demasiado joven, y más dados los tiempos que corren. La crisis siempre desbanca a todos los que no lo merecen y sobrealimenta a los que ya tienen sobrepeso. Estas injusticias que tocan a uno, cuando se viven de cerca, llegan a doler muy dentro. No crean que este teatro vivía con excesos, para nada. Su humildad y buen hacer era reconocido por toda la ciudad. La injusticia se palpa e incluso revuelve las entrañas.

Aquí los músicos no tienen un bolsillo muy boyante que digamos. No les daré detalles, porque estoy segura de que se escandalizarían. Pero destierren, eso sí, su idea de que los que más ganan son los que mejor lo hacen. Eso no ocurre aquí. En esta tierra, de tradición musical más que reconocida, el nivel artístico es altísimo, y el público no se conforma con cualquier cosa. No es una cuestión de ganar mucho, sino de hacer bien. Las dos caras de la moneda, intérpretes y público, son de primera fila, de quitarse el sombrero.

La Ópera de Cámara cuenta con una orquesta profesional, capaz de hacer frente desde las piezas más clásicas a estrenos absolutos y desafiantes. Su repertorio ofrece un amplio abanico de posibilidades, demostrando una versatilidad que ya quisieran muchos para sí. Los solistas, asimismo, son de una calidad inmejorable. Suben a escena y deslumbran al teatro, bajan y cantan a nuestro lado con una naturalidad que intimida. Salen, señores, por la misma puerta que el público al terminar, sin aires ni pretensiones, aunque dado su nivel, bien podrían hacerlo.

Y no han visto el teatro. Una casa de muñecas, en la que se entra y parece estar uno en otra época, trasladado en un túnel del tiempo, allá donde la gente iba al teatro con ceremonia y familiaridad. El público fiel, conocía bien a los intérpretes, a veces incluso más que a las obras. Yo he visto a un señor comprar una entrada “Por 50 zlotys” sin saber exactamente qué iba a haber, y créanme que me parece un gesto formidable.  La mujer del guardarropa, las señoras que reciben y acomodan a los espectadores son igualmente encantadoras. El té, café o zumo con pastas, para tomar en petit comité durante los descansos e incluido en el precio de la entrada, puede sonar hasta cursi, pero lo cierto es que daba un toque de calidez y proporciona el bienestar que solo trasmiten detalles tan pequeños y exquisitos como estos, como las tazas de porcelana en donde se servían.

Solo tiene dos niveles este diminuto lugar. Zona de abajo y “balcón”. Un solo balcón con unas pocas de filas. Desde la primera salen algunos focos, y le da a uno la sensación de estar metido dentro de la obra, entre bastidores. El escenario es ínfimo, así que había que desarrollar la creatividad al máximo para poder montar escenografías creíbles y cautivadoras. Ni qué decir tiene que siempre lo consiguieron. ¿O acaso no es cierto eso que dicen que con pocos medios, con trabas, con bajo presupuesto, los ingenios se agudizan más y más? Todos conocemos poderosos ejemplos. Aquí tienen uno más para la lista.

Este año, por el ya mencionado aniversario, se organizó un ciclo de óperas de siglo XX y XXI con algunos grandes aciertos. Parte de estas obras las reseñé los meses pasados en Ritmo, sin saber que hablaba del canto del cisne. Ahora miro atrás esas narraciones y experiencias y me parece como recordar a alguien que ya no está. Resulta estremecedor. Por no decir indignante. Mirar hacia delante y no marcar en el calendario el Festival Mozart provoca un vacío triste ante la indignación de lo absurdo. Los meses de junio y julio venían aderezados con sol –tan necesario por aquí- y el color de las óperas de Mozart en esta casita de juguete. Pensar que ya no podremos admirarlas…no tiene palabras ni justificación alguna.

Que no digan que hay crisis. Que no lo digan más. La crisis es de no saber qué hacer con el dinero. De no saber qué hacer con nuestro tiempo, con nuestros propios pensamientos, con nuestro comportamiento ante el mundo. Quien piense que la cultura es un medio de distracción, un vulgar entretenimiento para una minoría, se equivoca terriblemente. ¿Qué haríamos sin ella? Se puede prescindir de muchas cosas, pero no de esta. Ella es el verdadero agitador de conciencias, la pastilla contra el sueño que nos atrapa a diario en la oleada de la rutina, la pasividad, el conformismo. Que no digan que hay crisis económica, …la crisis que atravesamos es de valores, de no saber colocar las piezas donde realmente deberían encajar.

Ojalá el público varsoviano, fiel, distinguido, preparado y devoto, haga un gesto de queja e inunde de firmas el formulario que ya circula por la red. Ojalá no cierren esta casita encantada, donde los músicos son de tanta categoría, el público tan encantador y sus organizadores de sonrisas tan sinceras. No cuesta tanto. No puede costar tanto, me niego a creerlo.

Desde aquí al menos que quede dicho. Ahí va una oración laica y un minuto de silencio por todos ellos, y por todos nosotros de paso. ¿Qué será lo próximo?, ¿qué será de ellos?, ¿qué será de nosotros?

Lo dicho, una oración y un minuto de silencio.

Por Inés Ruiz Artola.
Para aquellos interesados en conocer más esta institución, os dejo su dirección web:   www.operakameralna.pl


No hay comentarios:

Publicar un comentario