Os adjuntamos un artículo de Inés Ruiz publicado en la web de forumclasico, donde podemos comprobar que, por desgracia, "en todos los sitios cuecen habas". Desgraciadamente, la cultura siempre es la primera víctima.
Os pego el enlace:
http://www.forumclasico.es/BLOGSFOROS/Blogsconnombrepropio/tabid/65/ID/1334/Requiem_por_una_opera.aspx
Esta
semana el Senado de la región de Mazowieckie ha decidido bajar drásticamente la
financiación de la Ópera de Cámara de Varsovia. Las cifras son tan
desproporcionadas que da vergüenza ajena nombrarlas. El teatro amenaza con
cerrar por falta de presupuesto. No se hará el 90% de la programación del
delicioso Festival Mozart con el que nos obsequiaba todos los principios de
verano.
Justo este año la ópera contaba con su 50
aniversario. Parece una broma macabra. Una vida demasiado joven, y más dados
los tiempos que corren. La crisis siempre desbanca a todos los que no lo
merecen y sobrealimenta a los que ya tienen sobrepeso. Estas injusticias que
tocan a uno, cuando se viven de cerca, llegan a doler muy dentro. No crean que
este teatro vivía con excesos, para nada. Su humildad y buen hacer era
reconocido por toda la ciudad. La injusticia se palpa e incluso revuelve las
entrañas.
Aquí los músicos no tienen un bolsillo muy boyante
que digamos. No les daré detalles, porque estoy segura de que se
escandalizarían. Pero destierren, eso sí, su idea de que los que más ganan son
los que mejor lo hacen. Eso no ocurre aquí. En esta tierra, de tradición
musical más que reconocida, el nivel artístico es altísimo, y el público no se
conforma con cualquier cosa. No es una cuestión de ganar mucho, sino de hacer
bien. Las dos caras de la moneda, intérpretes y público, son de primera fila,
de quitarse el sombrero.
La Ópera de Cámara cuenta con una orquesta
profesional, capaz de hacer frente desde las piezas más clásicas a estrenos
absolutos y desafiantes. Su repertorio ofrece un amplio abanico de
posibilidades, demostrando una versatilidad que ya quisieran muchos para sí.
Los solistas, asimismo, son de una calidad inmejorable. Suben a escena y
deslumbran al teatro, bajan y cantan a nuestro lado con una naturalidad que
intimida. Salen, señores, por la misma puerta que el público al terminar, sin
aires ni pretensiones, aunque dado su nivel, bien podrían hacerlo.
Y no han visto el teatro. Una casa de muñecas, en la
que se entra y parece estar uno en otra época, trasladado en un túnel del
tiempo, allá donde la gente iba al teatro con ceremonia y familiaridad. El
público fiel, conocía bien a los intérpretes, a veces incluso más que a las
obras. Yo he visto a un señor comprar una entrada “Por 50 zlotys” sin saber
exactamente qué iba a haber, y créanme que me parece un gesto formidable.
La mujer del guardarropa, las señoras que reciben y acomodan a los
espectadores son igualmente encantadoras. El té, café o zumo con pastas, para
tomar en petit comité durante los descansos e incluido en el precio de
la entrada, puede sonar hasta cursi, pero lo cierto es que daba un toque de
calidez y proporciona el bienestar que solo trasmiten detalles tan pequeños y
exquisitos como estos, como las tazas de porcelana en donde se servían.
Solo tiene dos niveles este diminuto lugar. Zona de
abajo y “balcón”. Un solo balcón con unas pocas de filas. Desde la primera
salen algunos focos, y le da a uno la sensación de estar metido dentro de la
obra, entre bastidores. El escenario es ínfimo, así que había que desarrollar
la creatividad al máximo para poder montar escenografías creíbles y
cautivadoras. Ni qué decir tiene que siempre lo consiguieron. ¿O acaso no es
cierto eso que dicen que con pocos medios, con trabas, con bajo presupuesto,
los ingenios se agudizan más y más? Todos conocemos poderosos ejemplos. Aquí
tienen uno más para la lista.
Este año, por el ya mencionado aniversario, se
organizó un ciclo de óperas de siglo XX y XXI con algunos grandes aciertos.
Parte de estas obras las reseñé los meses pasados en Ritmo, sin saber
que hablaba del canto del cisne. Ahora miro atrás esas narraciones y
experiencias y me parece como recordar a alguien que ya no está. Resulta
estremecedor. Por no decir indignante. Mirar hacia delante y no marcar en el
calendario el Festival Mozart provoca un vacío triste ante la indignación de lo
absurdo. Los meses de junio y julio venían aderezados con sol –tan necesario
por aquí- y el color de las óperas de Mozart en esta casita de juguete. Pensar
que ya no podremos admirarlas…no tiene palabras ni justificación alguna.
Que no digan que hay crisis. Que no lo digan más. La
crisis es de no saber qué hacer con el dinero. De no saber qué hacer con
nuestro tiempo, con nuestros propios pensamientos, con nuestro comportamiento
ante el mundo. Quien piense que la cultura es un medio de distracción, un
vulgar entretenimiento para una minoría, se equivoca terriblemente. ¿Qué
haríamos sin ella? Se puede prescindir de muchas cosas, pero no de esta. Ella
es el verdadero agitador de conciencias, la pastilla contra el sueño que nos
atrapa a diario en la oleada de la rutina, la pasividad, el conformismo. Que no
digan que hay crisis económica, …la crisis que atravesamos es de valores, de no
saber colocar las piezas donde realmente deberían encajar.
Ojalá el público varsoviano, fiel, distinguido, preparado
y devoto, haga un gesto de queja e inunde de firmas el formulario que ya
circula por la red. Ojalá no cierren esta casita encantada, donde los músicos
son de tanta categoría, el público tan encantador y sus organizadores de
sonrisas tan sinceras. No cuesta tanto. No puede costar tanto, me niego a
creerlo.
Desde aquí al menos que quede dicho. Ahí va una
oración laica y un minuto de silencio por todos ellos, y por todos nosotros de
paso. ¿Qué será lo próximo?, ¿qué será de ellos?, ¿qué será de nosotros?
Lo dicho, una oración y un minuto de silencio.
Por Inés Ruiz Artola.
Para aquellos interesados en conocer más esta institución, os dejo su dirección web: www.operakameralna.pl
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